Café y Libros #3 – «Un largo camino: memorias de un niño soldado»
Offuscatio
Publicado el abril 9, 2012
Como sabréis, esta sección tiene el propósito de rescatar del olvido algunos libros que he tenido el placer de leer hace años. Asimismo, y si en marzo os presenté «Los invisibles de Kolda«, de José Naranjo, hoy os invito a viajar nuevamente al continente africano para rememorar la fascinante y brutal historia de Ishmael Beah (Sierra Leona, 1980), autor del libro «Un largo camino: memorias de un niño soldado«, publicado en 2008. Aunque he leído este libro hace bastante tiempo, cuando vi la entrada temática del blog Devoradora de libros sobre infancias difíciles, fue el primero que me vino a la mente.
En este relato, narrado en la primera persona y organizado en capítulos, Ishmael nos cuenta como a los doce años huyó de un ataque de los rebeldes hacía ninguna parte, y a los trece se convirtió en un niño soldado del Ejército de Sierra Leona, el cual le puso un arma en la mano a la fuerza y le entrenó para matar. Para que os hagáis una idea de las emociones que puede despertar tal lectura, a continuación os dejo dos fragmentos del libro que ilustran, con precisión, el horror y la complejidad inherentes a este fenómeno: «Si eres testigo de un asesinato una vez, sientes miedo, se te revuelve el estómago, vomitas, lloras. Cuando el crimen se convierte en parte de tu vida diaria, te insensibilizas. Y si además te drogas, se te apagan las emociones» / «El teniente apuntó a los prisioneros. No estaba seguro de que alguno de aquellos cautivos fuera el que me había disparado, pero en aquellos momentos me servía cualquiera. Estaban todos en fila, eran seis, con las manos atadas. Les disparé a los pies y vi cómo sufrían todo un día hasta que los rematé con un tiro en la cabeza para que dejaran de gritar. Al apuntar a cada uno, los miré y vi cómo sus ojos abandonaban toda esperanza y se calmaban hasta que apretaba el gatillo. Su mirada sombría me irritaba«.
Como describió Barbara Célis (El País: «Yo fui un niño soldado«), durante casi tres años, su arma fue su mejor amigo hasta que un grupo de funcionarios de Unicef le sacó de la guerra y lo trasladó a un centro de rehabilitación en Freetown. Poco después de dejar el centro de rehabilitación para trasladarse a vivir con un tío paterno, Ishmael fue escogido entre cientos de voluntarios para representar a los niños soldado de Sierra Leona ante la ONU. Allí fue donde conoció a Laura Simms, una de las responsables de los talleres que se organizaron durante la estancia de Ishmael en Nueva York. En 1997, cuando la guerra volvió a amenazarle al llegar a Freetown, huyó de su país y, tras un periplo de casi un año, consiguió trasladarse hasta Nueva York, donde fue adoptado por Simms.
Dicho esto, aprovecho también la ocasión para hacer una mención especial a la Exposición antológica de Gervasio Sánchez (Córdoba, 1959), organizada por el Ministerio de Educación, Ciencia y Deporte y abierta al público hasta el 10 de junio en el Museo Tabacalera de Madrid. En ella se recorren 148 fotografías, a color y en blanco y negro, tomadas en distintos puntos geográficos del globo (Nicaragua, El Salvador, Guatemala, Bosnia, Kosovo, Sierra Leona, Angola,…), que desvelan la crudeza de los conflictos bélicos y sociales de nuestro tiempo.
La muestra está estructurada en cinco grandes apartados temáticos, ordenados cronológicamente y acompañados de material audiovisual: América Latina (1984-1992), los Balcanes (1991-1999), África (1994-2004), Vidas minadas (1995-2007) y Desaparecidos (1998-2010). Adicionalmente, la exposición se completa con ocho murales con cerca de 100 retratos de personas directamente afectadas por algunas de las realidades documentadas (incluyendo imágenes sobre víctimas de mutilaciones y ex-niños soldado, ambas de Sierra Leona).
Desde aquí os puedo asegurar que este contundente legado histórico y visual, acompañado inicialmente por el sonido atronador de explosiones en Sarajevo, es todo menos complaciente. Jugando con una frase del prólogo del catálogo de la exposición, «es casi tan asombroso como la capacidad humana para hacer daño y no verlo«. En definitiva, una muestra impresionante e impactante que os recomiendo vivamente si estáis o pasáis por Madrid durante los próximos meses.
Fecha: 6 de marzo – 10 de junio
Lugar: Tabacalera. C/ Embajadores, 53. Madrid
Horario: De martes a viernes: de 12’00 a 20’00h. Sábados, domingos y festivos: de 11’00 a 20’00h. Lunes cerrado
Entrada gratuita
Página web de Gervasio Sanchez (aquí)
PUfff qué tema tocas!
Es que es verdad que nos parece tan lejano e irreal, que muchas veces pensamos que no existe.
Me apunto el libro para darme cuenta del mundo en el que vivimos. Por cierto, que salió el tema en clase del Coltán, y toca de refilón la visión de esos niños explotados sacando el mineral y otros niños soldados vigilándoles con armas, y tenía pensado leer el libro de Vázquez-Figueroa… Si quedo con suficiente fuerza de ánimo, leeré los dos.
Buena entrada!
Creo que he leído algo sobre el libro de Vázquez-Figueroa en el blog de «Los mil y un libros» y, como adepta de este tipo de historias, acepto la recomendación y me lo apunto para una futura lectura. ¡Gracias por recordármelo! En cualquier caso, como este libro en particular lo he leído hace mucho tiempo, todavía tengo más frescas en la memoria las fotografías de la exposición…impresionantes. Tras este completísimo recorrido visual seguramente el visitante que entra en las salas no es el mismo que sale a la calle inundada de luz.
No conocía el libro pero voy a anotar el título para leerlo, no he leído nada al respecto y a pesar de que tiene que ser una lectura dura creo que hay que afrontar este tipo de libros, la exposición también parece muy interesante, si paso por Madrid en esas fechas quizás me acerque
besos
Es muy duro lo que cuentas. Yo leí un libro de Gervasio S. al que nombras, con referencia a este asunto de los niños soldados en Sierra Leona. Hizo un estupendo trabajo. Ahí te contaba más el horror del niño soldado, no desde la propia autobiografía que es te caso, sino desde un centro de rehabilitación que un misionero, de qpellido Caballero, intentaba reparar las secuelas en todos estos niños, y¡No veas también las niñas!
Anotado queda.
No conocía el libro, pero creo que es necesario que nos acerquemos a este tipo de lecturas para ser conscientes de que hay un mundo muy diferente y durísimo que está más cerca de lo que pensamos; aunque los llamados «países desarrollados» estamos atravesando una dura crisis, hay lugares donde nunca se ha conocido el bienestar, y cuyas realidades a veces tienen el peligro para los privilegiados como nosotros de ser vistas como algo muy lejano y casi irreal que sólo se fomenta en época navideña para sentirnos un poco más generosos acordándonos de esas personas. Apunto este libro, gracias por presentármelo. 1beso!
Gracias a ti por esta pertinente reflexión. Efectivamente historias como estas nos acercan solo a un pequeño trozo de todos los problemas que década tras década siguen asolando este inmenso territorio, y de los cuales nos acordamos especialmente cuando supuestamente debemos dar alas a las acciones solidarias y mirar + allá de nuestro ombligo.
No conocía el libro, y aunque parece realmente duro, lo tendré en cuenta para conocer un poco esta temática que, por desgracia, es real.
Un saludo!
Si te interesan estos temas, pienso que el libro podrá gustarte.
Tremendo, desde luego hay muchas infancias como la de Ishmael … qué horrores vividos en la edad de solo pensar en jugar. Intentaré acudir a la muestra
besos
Si puedes pasarte, te aseguro que no decepciona. En el blog Cajón de Historia hay también una crónica muy interesante sobre la exposición, aunque no es lo mismo que descubrir las expresiones y el horror que Gervasio ha coleccionado a lo largo de las ultimas décadas.
Un libro duro de leer, pero que nos recuerda que hay más mundo que el nuestro. Y mucho más cruel. No tener infancia… Creo que es de las peores cosas que hay en este mundo. Gracias por presentarme este libro, que tarde o temprano leeré.
Besotes!!!
Cuantas historias terribles ocurren en nuestro día a día que ni siquiera conocemos. Me gustaría mucho leer esta historia.
Saludos
Menudo testimonio nos traes hoy. Recuerdo que su lectura me impactó muchísimo. Una máquina de matar que no tenía conciencia, y antes de tener edad para conducir. Tal vez por ser un testimonio real, se me antojó que tenía muchísima fuerza.
Miraré fechas a ver si me puedo escapar.
Besos
No he leído ningún libro que toque esta temática, no porque le tenga miedo, que no hay que taparse los ojos ante la realidad, sino porque no se ha cruzado en mi camino, pero ten por seguro que caerá, si no ahora, más adelante, pero de verdad que me ha impresionado la historia del protagonista. Y si paso por Madrid, me acercaré a la exposición.
Un libro con una temática muy dura y muy real. Anotaré el libro para cuando tenga un poquito más de tiempo y esté menos agobiada.
Besos
argghhh se me ha perdido mi comentario…te contaba que varias veces lo he visto y he estado tentada a comprarlo, pero necesitaba la recomendación de alguien que ya lo hubiera leído. Me lo apunto ¡gracias! me ha gustado mucho como has rescatado el libro y lo has enlazado a la exposición que está ahorita en tu ciudad. Debe ser algo muy difícil de ver…la capacidad de hacer el bien o el mal es algo que me asombra mucho en el ser humano…podemos ir de lo más sublime a lo más grotesco, dependiendo de los estímulos de nuestra cultura.
un beso,
Ale.
Aunque lo he leído hace muchos años, creo que merece la pena. A mí, en términos general, me gustan las historias de no-ficción. ¡Muchas gracias por pasarte por aquí y si lo llegas a leer, espero sinceramente que te guste!