2012 | 184 pp. | Periférica  |  Parnassus on Wheels | 9788492865505

 

¿Por qué La librería ambulante? Importa el contenido, por supuesto, pero, por veces, también el título y la portada.


«Creo que leer un buen libro te hace modesto. Cuando uno logra ver con lucidez en interior de la naturaleza humana, cosa que te proporcionan los grandes libros, uno siente la necesidad de hacerse pequeño.»


Impresiones: En la línea temática de la simpática novela epistolar «84 Charing Cross Road«, en el catálogo de novedades editoriales del presente año llama la atención la primera novela de Christopher Morley, «La librería ambulante» (1917). En sus páginas, se cuenta la historia de Helen McGill, una pragmática e impulsiva ama de casa, que, saturada de quedarse en la sombra de las aventuras literarias de su hermano, el famoso escritor Andrew McGill, decide dar un nuevo rumbo a su humilde y pacata existencia. Así, cuando el profesor Roger Mifflin se presenta delante del portal rojo de su granja en Nueva Inglaterra con el propósito de vender su caravana de la cultura, la señorita Helen no se lo piensa dos veces e invierte todos sus ahorros en esta peculiar y cuidada biblioteca itinerante. Sin embargo, lo que, habiendo comenzado como una mera broma o un capricho, acaba por convertirse en una gran aventura sobre ruedas por caminos rurales, donde no faltarán algunos de los habituales contratiempos asociados a este género de viajes y divertidas anécdotas para contar. 


Pero, en el trayecto, también hay tiempo para algunas tertulias literarias y unas pocas reflexiones filosóficas sobre la vida misma. Un claro ejemplo de ello se encuentra en una de las preguntas lanzadas por Helen casi al final  del libro: «¿qué es un buen libro? ¿a qué te refieres con un gran libro?«. Dice la protagonista que «un buen libro debe ser simple. Y como Eva, debe provenir de algún lugar entre la segunda y la tercera costilla: debe haber un corazón latiendo en su interior». Naturalmente, todos estos pequeños detalles impregnan el texto de una atmósfera cálida y amistosa, invitando el lector a subirse a bordo del Parnaso y a tornarse él mismo cómplice de las graciosas peripecias que viven sus carismáticos y entrañables tripulantes.


Sentado lo anterior, podría decirse que esta amena novela, sin excesivas pretensiones, brinda al lector una historia humilde y cercana, llena de sentimientos y espontaneidad. Pero, en mi opinión, lo que es realmente destacable en esta obra es la cuidada escritura de Christopher Morley, su sencillez y su elegante sentido del humor, así como su genuina capacidad para empatizar con el lector, debido a las calidades humanas de sus personajes.


En suma, «La librería ambulante» es un texto dulce y bienhumorado, capaz de robar algunas sonrisas a sus lectores, y que además ofrece un delicioso retrato de lo que era la vida cotidiana en el campo en EE.UU. a principios del siglo XX. Por todo ello, lo más probable es que el lector, una vez perdido en sus páginas, disfrute de una sensación de placentera quietud, como si el tiempo se hubiera detenido y los problemas se hubieran desvanecido. Como dijo Eugene O’Neil poco después de ganar el premio Nobel de Literatura: «cuando tengo ganas de sonreír un poco, para que sean más ligeras las tardes, leo las primeras novelas de Morley«. Y, así es …

 

Christopher Morley (Pensilvania, 1890 – Nueva York, 1957) estudió en Harverford College, donde su padre trabajaba como profesor de matemáticas. Posteriormente, se matricularía en la universidad inglesa de Oxford para estudiar historia moderna durante tres años. En 1913, de vuelta en Estados Unidos, se instaló en Nueva York y comenzó a trabajar en la editorial Doubleday. Pocos años después se convertiría, recorriendo Estados Unidos como columnista y reportero, en uno de los periodistas más prestigiosos de su época. Su novela Kitty Foyle, publicada en 1939 y trasladada al cine con el mismo título (en España como Espejismo de amor), fue uno de los grandes éxitos de crítica y público del momento. Y su protagonista, Ginger Rogers, obtuvo un Oscar por su papel como Kitty. Inteligente, lúcido y sofisticado, fue un escritor de éxito y al mismo tiempo un escritor de culto. Se ha dicho de él, comparándolo con Noel Coward, que su refinamiento era indudablemente británico. Sutil humorista, dijo de sí mismo que amaba tanto a Shakespeare como al Conan Doyle de las aventuras de Sherlock Holmes. Sin embargo, su dos grandes maestros fueron compatriotas suyos: Walt Whitman y Mark Twain.

 

Conclusión: Una novela humilde, dulce y bienhumorada que regala sonrisas, buena disposición, sosiego y tranquilidad