2012 | 416 pp. | Tusquets Editores | Swamplandia! | 9788483834336

 

¿Por qué Tierra de caimanes? La novela debut de Karen Russell, «Tierra de caimanes» (2011), finalista del Premio Pulitzer 2012 (declarado desierto en su categoría de literatura de ficción), junto a David Foster Wallace y Denis Johnson, acaba de aterrizar en las librerías españolas. Gracias a la editorial por el adelanto del libro.


«La fe es un poder que brota de tu interior, me dije, y la duda es exógena, una mota en el ojo. Una mota negra del universo triste de los adultos.»


Impresiones: Karen Russell cuenta, en «Tierra de caimanes«, la bizarra y triste historia de una tribu de los pantanos afincada en una isla frente a la costa sudoeste de Florida, convertida en un parque temático, donde los caimanes son las estrellas del espectáculo.


Tras la fatídica muerte de la madre del clan Bigtree, famosa domadora de cocodrilos en el condado de Loomis, Swamplandia! tiene los días contados. Las familias de tierra firme y los turistas dejan de acudir a las arriesgadas exhibiciones con estos monstruos sonrientes, además al otro lado del puerto se inaugura un sofisticado y diabólico parque de atracciones conocido como el Universo Oscuro y, en consecuencia, la familia de indígenas empieza a desmoronarse. El abuelo es internado en una residencia para mayores; el padre pierde el control de la situación y empieza a delirar con la reconversión del parque en el Darwinismo de Feria; el hijo prodigio de diecisiete años, Kiwi, se marcha de la isla para cumplir su sueño de escolarización; la hija mayor, Osceola, se obsesiona con todo tipo de prácticas de espiritismo; y, la pequeña Ava, una cría de cuentos de hadas y tebeos, se queda irremediablemente anclada a esa borrosa frontera que separa la infancia de la vida adulta. En ella recae ahora la responsabilidad de mantener a flote el negocio y asegurar la unidad familiar.


Sin embargo, «Tierra de caimanes» no es la típica novela de aventuras, ni siquiera lo que podría considerarse una buena novela juvenil. En sus más de cuatrocientas páginas, la autora, además de resaltar su profundo conocimiento de la flora y la fauna de la región, recurre a un guión poblado de almas perdidas, hombres pájaro, barcos biblioteca, monstruos semiacuáticos y niños valientes para crear una trama irregular, con mensajes imperceptibles y forzados momentos de humor («Qué pena que no se haga sumo de kiwi, ¿no?«), que desemboca en un desenlace precipitado, inmaturo y desconcertante.

 

En esta  línea interpretativa, lo primero que llama la atención es el cambio de narrador en el capítulo seis («El exilio de Kiwi en el Universo Oscuro«). Si, desde el principio, el relato de los hechos está a cargo del miembro más joven de la familia, que hace uso de su dulce e infantil ingenuidad para enternecer el lector, a partir de aquí la autora introduce un narrador omnisciente que se dedica a registrar todos los pasos de Kiwi en su alocada expedición por tierra firme. Por si fuera poco, la alternancia de los pasajes entre lo que ocurre en la isla y en el condado de Loomis no sigue un mismo hilo temporal, restándole consistencia y fluidez a la narración. Y, por fin, hay aún que aludir al giro final que la autora llevaba tiempo preparando. Sin pretender destripar el misterio del argumento, no puedo dejar de señarlo con el dedo. Si a lo largo de los capítulos que lo preceden se intuye fácilmente qué le reserva el destino a Ava, tras el sucedido la autora parece haberse olvidado de reproducir las cicatrices de ese trágico acontecimiento. Y, para mí, esta decisión de hacer como si nada fuera y de no discernir claramente el bien del mal destruye, irremediablemente, los débiles pilares que sustentan el argumento de la novela, condenándola al fracaso.


En lo que se refiere al estilo de Russell, la novela está escrita con un tono jovial, casi infantil, y la autora recurre frecuentemente tanto a la técnica de personificación, como a la descripción por medio de los sentidos («La tierra de los muertos era más ventosa de lo que me esperaba y plana como una galleta, y yo tenía las espinillas tan llenas de picaduras que los bultos se solapaban«). Todo esto permite que el lector se acerque a la escena, pero, en contrapartida, después de unas cuantas páginas, puede conllevar a una lectura monótona y tediosa, que disminuye la intensidad de los pequeños dramas que viven cada uno de los personajes.


Asimismo, pese a la originalidad del argumento, en mi opinión, «Tierra de caimanes» es una de esas lecturas que no deja huella en el lector, ya sea debido a algunas de las inconsistencias que he detallado a lo largo de esta entrada, o a su precipitado e inverosímil desfecho. De todos modos, si para algo sirve esta lectura es para arrojar alguna luz sobre lo qué motivó el comité de expertos a no manchar el nombre de uno de los galardones más prestigiosos del mundo literario.

 

Karen Russell (Miami, 1981) está considerada una de las mejores escritoras jóvenes norteamericanas por numerosas publicaciones, como la revista Granta. Es autora del volumen de relatos «Lucy’s Home for Girls Raised by Wolves«, merecedor del Bard Fiction Prize 2011. En 2009 obtuvo el Premio Premio «5 de menos de 35» de la National Book Foundation. Tres de sus relatos están incluidos en los volúmenes de Best American Short Stories. Y el titulado «The Hox River Window» ha ganado en 2012 el National Magazine Award en la categoría de Ficción.

 

Conclusión: Una autora con una fértil imaginación, pero que todavía tiene un largo camino por recorrer para alcanzar la madurez creativa

 

Otras opiniones dentro de la lectura conjunta: 10.15 Saturday Night; Galletas chinas; La hierba roja; Leer sin prisa; Libro_génica