2013 | 107 pp. | Salamandra Nagasaki | 9788498384963

 

«Hay que imaginarse un cincuentón decepcionado por serlo tanto y tan pronto, domiciliado en las afueras de Nagasaki, en una casita de un barrio con calles de cuestas vertiginosas. Y ver esas serpientes de blando asfalto que reptan hacia la cima de los montes, donde una muralla de caóticos y torcidos bambúes detiene el hervidero urbano de tejados, terrados, techados y sabe Dios qué más.»


Impresiones: En “El alcohol y la nostalgia”, Mathias Énard escribió: “las ciudades (…) nos transforman, son ellas las que nos habitan y no al revés; modifican nuestra marcha, ritman nuestro paso, alteran nuestra elocución, nuestras más íntimas costumbres”. Y, basta leer el párrafo introductorio de “La intrusa” (o, incluso, detenerse en su título original) para percibir también aquí la importancia de la configuración urbanística en la vida de sus personajes.


En “La intrusa”, una nouvelle inspirada en una noticia aparecida en algunos periódicos japoneses en 2008, Éric Faye explora, con suma sencillez, los vínculos secretos y silenciosos que unen dos seres desamparados a uno mismo techo en las afueras de la ciudad de Nagasaki. De profesión meteorólogo, él, Shimura, es un hombre soltero y meticuloso, que se deja arrastrar por la rutina, el tiempo y la vida; mientras ella es un “don nadie”, que se refugia clandestinamente de su triste destino en la habitación del fondo de un domicilio gobernado por la pulcritud y el orden. Sin embargo, sus pasos jamás se cruzan en esa cocina que parece someterse a los caprichos de un frigorífico encantado, que supuestamente se alimenta siseando parte de su contenido.


Al principio de la narración Shimura y sus teorías explicativas sobre este insólito fenómeno, que guarda demasiadas similitudes con lo que sería “una proyección de la vida en pareja que podría haber llevado”, son los absolutos protagonistas de la historia. Sin embargo, una vez que se comprueba que el supuesto espectro, reflejo de sus frustraciones, no es más que una inofensiva mujer, víctima de un insalvable revés económico, Shimura desaparece de escena. Es decir, a partir del ecuador de la novela, el autor opta por dejar que sea la desconocida moradora quien exponga sus motivaciones, frustraciones y decepciones.


Como queda patente en los fragmentos seleccionados, el tono y el clima general que humedecen estas páginas oscilan entre la tristeza y la nostalgia, reforzando la idea de que éste es un relato de movimientos lentos y lectura pausada. Una historia dulce y melancólica sobre personajes secundarios y solitarios, pero, a la vez, poco ambiciosa, que el autor utiliza, en un determinado momento, como palanca para explayarse sobre las nefastas consecuencias sociales de la actual crisis económica y el significado vacío de ese «nosotros» que surge ahora en las conversaciones o en la red cada dos por tres.

 

Éric Faye (Limoges, 1963), escritor y periodista de la agencia de prensa Reuters, es autor de relatos, ensayos, relatos fantásticos y novelas. Ha sido laureado conel Premio de Les Deux Magots, el premio Unesco-Françoise Gallimard y con el Gran Premio de Novela de la Academia Francesa, que recibió en 2010 por su novela «La intrusa«.

 

Conclusión: Una nouvelle de personajes secundarios, en la cual la envolvente atmósfera de la primera parte se desvanece ante la previsibilidad de la segunda