2012 | 224 pp. | Plaza & Janes Editores | 9788401352256

 

¿Por qué El asesino hipocondríaco? Supongo que, a estas alturas, es muy improbable que todavía no hayáis oído hablar de la primera novela del escritor malagueño Juan Jacinto Muñoz Rengel, «El asesino hipocondríaco«, finalista del premio Clarin. Su irreverente portada difícilmente pasa desapercibida en la sección de novela negra de cualquier librería, y su inusual título funciona como una eficaz tarjeta de visita para lectores ávidos de nuevas experiencias. Asimismo, y como también yo estaba deseando saciar mi curiosidad, he decidido embarcarme en su lectura, tras una propuesta lanzada desde el blog Espiral de Letras a finales del mes de abril. 


«(…), que apuro mis últimos instantes de agonía, y después de haber escatimado quince millares de días a una muerte segura, ya sólo me resta uno más. Dos, a lo sumo. Tengo la absoluta certeza de que ni un día más tarde de hoy moriré. Como mucho mañana.»


Impresiones: ¿Qué pueden tener en común un sinfín de célebres escritores clásicos y un excéntrico asesino profesional? Si, a primera vista, resulta díficil encontrar alguna coincidencia en sus perfiles biográficos, tras la lectura de las primeras páginas el lector se quedará ciertamente en la duda si el argumento de esta novela se construye a partir de datos verídicos o es producto de una simple fantasía literaria. Y es que Juan Jacinto Muñoz ha optado por delinear un original personaje, el señor M. Y., que parece coleccionar todos los males habidos y por haber de las historias clínicas de la literatura moderna. Un hombre asediado por la mala fortuna desde su más tierna edad, convertido en un asesino a sueldo, que intenta sortear su destino para consumar un último encargo – matar a Eduardo Blaisten. Sin embargo, sus «planes se antojan en la teoría mucho más fáciles de lo que luego resultan en la práctica«.


Con este punto de partida, el autor teje así una trama sencilla y lineal, erigida en torno a dos aspectos fundamentales: la parodia y la metaliteratura. Pero, desde mi punto de vista, sus virtudes se disuelven si se intenta posicionarla junto a otras novelas de misterio. Porque, curiosamente, los pasajes que parecen reservados a inyectar alguna acción e intriga a la historia acaban transformándose en graciosos episodios, que solo permiten al lector profundizar en la caracterización del protagonista y, como no podría ser de otra manera, soltar alguna que otra carcajada («La mañana del sábado de esta semana postrera, finalmente, amanecí muerto. Llamé a los servicios de urgencia, y sin embargo, cuando llegaron, por obra de algún milagro poderoso, mi cadáver mostraba una extraordinaria mejoría»). Por lo tanto, en mi opinión, la historia de este asesino hipocondríaco es más bien un imaginativo retrato psicológico de un espirito atormentado y amigable, diseñado esencialmente para entretener el lector.


En lo que a la estructura narrativa se refiere, cabe destacar que la novela está escrita en primera persona, lo que ciertamente estrecha la relación de cercanía entre el lector y su peculiar protagonista, permitiéndole proyectar con facilidad en su mente la bizarría de algunas descripciones («Soy un asesino profesional estrábico»). Además está dividida en capítulos cortos, que confieren agilidad a la lectura.


En suma, «El asesino hipocondríaco» es una novela bien dispuesta, pero que en ningún momento llega a ser francamente hilarante; una historia que, como bien dice la sinopsis, aúna intriga, obsesión y asesinato, aunque, para mí, ofrece un suspense demasiado tenue y escasos momentos de adrenalina. Asimismo este es, en mi opinión, un libro temporal, orientado a un amplio público (a excepción de quienes se preocupan constante y angustiosamente por su salud), que ofrece momentos de ameno entretenimiento. Así, si me lo permitís, mi recomendación, tanto para quienes hayan disfrutado de su lectura como para quienes no hayan visto cumplidas sus expectativas, es que no dejáis de leer «La juguetería errante» de Edmund Crispin, publicada originalmente en 1946.


Juan Jacinto Muñoz Rengel (Málaga, 1974) Cursó el doctorado en Filosofía y ha ejercido la docencia tanto en España como en el Reino Unido. En 1998 fundó la revista de filosofía y teoría de la literatura Estigma, editada por la Diputación de Málaga. Ha trabajado como columnista en diversos medios y ha colaborado con revistas especializadas como Anthropos, Clarín, Barcarola o Clío, el pasado presente.  En los últimos años su trayectoria como autor de relato corto ha sido avalada por más de cuarenta premios nacionales e internacionales, entre los que se encuentran los más relevantes del género en lengua castellana, entre ellos el Fernando Quiñones, el Julio Cortázar de Cuba, el Miguel de Unamuno, Hucha de Oro, o el Premio Internacional de Relatos Cortos La Felguera, el certamen más antiguo de España en su modalidad.

 

Conclusión: Una lectura de ameno entretenimiento


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Otras opiniones dentro de la lectura conjunta: From Isi; Una vez leí; Libros que hay que leer; Carmen y amig@s; Espiral de Letras