«Luego llegó el verano. Un verano renqueante bajo el peso de la floración, pesados girasoles lloraban inclinados sobre las vallas; los iris se enroscaban y se resecaban por los bordes, lejos de sus corazones morados; las mazorcas de maíz dejaban caer sus melenas doradas alrededor de sus tallos. Y los chicos. Los guapos, guapísimos chicos que salpicaban el paisaje como piedras preciosas, rompían el aire con sus gritos en el campo y espesaban el río con sus relucientes espaldas húmedas. Hasta sus pisadas dejaban estelas de olor a humo detrás.»
– Sula (1973), Toni Morrison
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