2011 | 102 pp. | Autopublicado | 9781446710562

 

¿Por qué Las tarántulas venenosas no siempre devoran a los dioses griegos? Esta novela es la protagonista de la tercera edición de la iniciativa ¡Un mes, un libro!, organizada por el blog El universo de los libros. Por ello, y como la autora me la había enviado amablemente por correo a principios de año, me pareció que tenía por delante la escusa perfecta para aventurarme de una vez con su lectura.


 «¿Acaso no sabía aquella página web que ese muchacho había destrozado mi coranzoncito recién salido del Instituto?«


Impresiones: Hace unos meses con motivo de la lectura de «Las ranas también se enamoran«, de Megan Maxwell, os confesaba que no suelo leer nada de este género literario. No obstante, eso no ha impedido que me sucumbiera a su dosis de magia color rosa y dejara escapar algunas sonrisas. Y, ¿por qué os cuento esto? Porque, al ser la única referencia de que dispongo, mi mente ha formulado, por su cuenta, constantes y odiosas comparaciones entre ambas. Asimismo, los argumentos que expondré a continuación son más bien fruto de una experiencia personal y, por consecuencia, carecen de total objetividad e imparcialidad.


«Las tarántulas venenosas no siempre devoran a los dioses griegos» narra los encuentros y desencuentros de Gea y Héctor. Ella, una joven soñadora, insegura y algo infantil (no queriendo esto decir que no existan en la vida real casos todavía más extremos), y él, un hombre independiente, cariñoso y emotivo, con un cuerpo perfecto. Dicho esto, resulta obvio que nos encontramos ante una novela enmarcada dentro del género chick lit, que cumple con las características de la evasión y del puro entretenimiento.


De todas maneras, lo cierto es que resulta más fácil conocer a Gea que a su «dios griego» a lo largo de los distintos capítulos que estructuran la novela; y, lo mismo podría decirse de los restantes personajes que entran y salen a escena como meros figurantes. Uno de ellos, precisamente el que más ha llamado mi atención, es Graciela, la hermana pequeña de Héctor. Atendiendo a su condición de joven madre soltera, creo firmemente que la autora podría haber profundizado más en su caracterización. Por otra parte, una apreciación similar podría formularse acerca de los escasos escenarios en que se mueven los personajes. El núcleo de la acción se centra en el apartamento o en el local de trabajo de nuestra protagonista, además de alguna ida fugaz al centro comercial. Asi, mi conclusión es que la autora ha preferido dar alas a la imaginación de Gea (con la cual no he conseguido identificarme en ningún momento) en vez de ahondar en temas más duros que inviten el lector a reflexionar y permitan que un mayor número de lectores encuentre algún punto de identificación con la historia. En este mismo sentido, hay un aspecto muy particular (y tal vez de carácter personal) que no me gustaría que pasara inadvertido. Me refiero al fragmento en que Gea menciona que tiene que usar «gafas por culpa de la miopía, debida a una media de diez horas al día pegada al ordenador«. Sin embargo, dicha enfermedad tiene sobre todo un componente hereditario y suele detectarse (o desarrollarse) principalmente en las primeras épocas de la vida o en la etapa escolar.


Desde otra óptica, la novela está narrada en primera persona, por Gea, y presenta una narración fluida, esencialmente basada en la descripción y los monólogos interiores.


En suma, «Las tarántulas venenosas no siempre devoran a los dioses griegos» es una novela amena y de fácil lectura, aunque no tan divertida como esperaba. Creo que es un libro recomendado para llevar y leer en el e-reader durante cortos recorridos, por ejemplo, en transporte público, al no exigir un ambiente favorable a la concentración; pero si tuviera que elegir, me quedaría con la historia de Marta y su rana inglesa, simplemente porque fue la primera, me reí muchísimo y «durante su lectura fue inevitable que no me sintiera vulnerable ante el deseo de vivir también en un mundo color de rosa«.

 

Rachel Antúnez Cazorla (Venezuela, 1981) tiene publicadas tres novelas: «Contra los Límites«, que escribió con apenas diecisiete años, «Más allá de los Límites» y «Las tarántulas venenosas no siempre devoran a los dioses griegos«. Su familia es de Las Palmas de Gran Canaria, ciudad donde se ha criado desde su más tierna infancia.

 

Conclusión: Una lectura muy muy ligera (y algo superficial)

 

Por si alguien aún no lo sabe, el blog «El universo de los libros» sortea un ejemplar en papel de esta novela. El plazo para participar en el concurso finaliza el 20 de abril y podéis encontrar toda la información necesaria en este enlace.